El 15 de mayo de 1914 el Cabo Fierro supo que los
levantados en armas de BCS estaban en La Ribera, lugar hasta donde llegó
envalentonado pero no contaba con la fina puntería del venadero
Martiniano Núñez que le cerrojo un balazo con su maúser cayendo muerto
al pie de la escuela...
-- ¡Ahí viene m´jo con los orteguistas!-- Denunció una voz salida del corral. El trajinar en la enramada que servía de cocina cambió de ritmo. La patrona salió de la casona para asomar su vista por el arroyo de Santa Catarina hasta distinguir a su hijo y a su compadre Martiniano Núñez, al lado de once jinetes.
Una vez desensillados los briosos machos, el Cabo Martiniano Núñez le ordenó a la tropa que descansaran con absoluta libertad pues, les dijo – Este lugar es seguro, tengan la plena seguridad que los federales no vendrán a molestarnos aquí – Luego se dirigió al papá de su compadre Pedro Orozco González, dueño del rancho Santa Catarina – Gracias señor por recibirnos en tu casa.
-- Descanse, coma y tómese un café de talega que ya las viejas tienen preparado para usted y su gente – Los oyentes pararon oreja ante la invitación de don Pedro Orozco -- Vieja – ordenó el ranchero de más de 1.80 metros de estatura – sírvele café a los muchachos.
En troncos de chino, palmeras y gueribos, los polvorientos revolucionarios descansaron su cuerpo para disfrutar del aromático café de talega. Luego que arrimaron una mesa larga hecha con madera de cardón, las mujeres pusieron dos ollas llenas de café y una docena de vasos de barro que el fayuquero conocido como el Piernudo había dejado a cambio de un chivo.
El vigía, lejos de acercarse a saludar a los recién llegados, en cuanto su padre gritó que ahí venía su hijo, lazó un becerro de año, que habría nacido el día en que su hermano se unió a las filas de los orteguistas, luego le ató las cuatro patas en un mismo nudo y, como un ritual sagrado, enterró el cuchillo, que siempre traía fajado al cinto de correas de cuero, en el cuello del animal de casi 200 kilos de peso. Luego que desangró al becerro sobre una olla de peltre, le desanudó los miembros para atarlos en forma separada a cuatro horcones que tenían para tal fin. Con habilidad propia del ranchero Californiano fue retirando la piel y, sobre ella misma fue depositando los “cuartos” de la res para, sin que se dieran cuenta los recién llegados, entregarlos en la cocina donde ya tenían el bracero listo para el asado.
-- ¿Ya arregló el paraje en San Cristóbal? – Preguntó Pedro hijo a su padre.
-- Ya, Juan llegó el domingo, por cierto – agregó – preguntó la hija de don Chon por ti.
-- ¿On ta´ Juan? – Respondió Pedro con otra pregunta como no prestando atención a lo que su padre en forma ocurrente había intentado ejercer.
-- En el corral arreglando el becerro – Respondió doña Natividad al momento de salir de la cocina secándose las manos en el delantal.
-- ¡Mamá! – Expresó lleno de júbilo el revolucionario levantándose del taburete que le servía de asiento, para ir a su encuentro y saludarla de un beso en la frente, luego santiguarse y darle un abrazo.
En eso, como si al nombrar al becerro estuviera conectado con todos los movimientos del rancho, el olor característico de la carne asada obligó a los recién llegados a aspirar el aroma inconfundible de carne, ajo y orégano – Esto se está poniendo bueno manifestó el sargento Macario Pérez.
Entre risas y voces de la tropa doña Jesusa le recriminó a su hijo – Hace un año que te juites con tu compadre y a´ta hoy tenemos razón de ti – añadió al reproche – dime, cuéntame, qué pasó con los pelones.
-- Tate ma´, ya habrá tiempo de platicarte los pormenores de la friega que llevamos durante este año, hoy queremos descansar de los fantasmas que no nos han dejado dormir estos últimos días -- Respondió Pedro que ya “asentaba” su cuchillo en la piedra de ‘amolar’ que guardaban en el zarzo entre quesos, panocha, y huesos secos.
El crepúsculo hizo más atractivo el fogón que ya había empezado a sacar de sus brazas los primeros pedazos de carne – Coma, amigo – Dijo el dueño del rancho al cabo Martiniano Núñez al tiempo que le alcanzaba un costillar asado – ahí están las tortillas de harina – expresó señalando un panguingui de redondas y amasadas de harina con requesón cocidas en comal, envueltas en tela con ornamentos de flores hechas con hilaza que el comerciante les cambiaba por queso o leche.
-- Órale mi sargento Macario – Extendió la pieza a su brazo derecho.
Una vez que lo tomó entre sus toscos dedos, el cabo cortó por la mitad
el costillal asado – pásale a la tropa – ordenó al tiempo que él mismo
compartía otros trozos entre los revolucionarios.
Luego los filetes asados dieron la oportunidad de adornarlos con un par de tortillas que deglutieron entre risas y anécdotas de escaramuzas en los diferentes ranchos por dónde pasaban, y enfrentaban a los federales que les seguían los pasos – Dónde sí me temblaron las canillas fue en la Rivera pues no esperaba que el cabo Fierro se atreviera a enfrentarnos cuando estábamos bien atrincherados – señaló el sargento Macario Pérez
-- La suerte que yo estaba en el corral – terció el cabo Martiniano –
para cuando escuché los disparos, me paré rápido pensando que me
tiraban a mí porque el silbido de las balas los escuché muy cerca de mis
orejas – añadió – busqué mi máuser cuando me di cuenta del cuadro y,
sin esperar nada le disparé a Fierro cayendo sobre la mula pues fue a
esta a la que le di en la cabeza, al levantar la cabeza por los silbidos
de las balas.
-- A mi hermano Hilario le pegó en el máuser – terció Macario Pérez
que buscaba entre sus ropas papel cebolla para liar un cigarrillo –
luego yo le disparé pero este cabrón corrió por detrás de la escuela
donde ya mi cabo Martiniano lo estaba esperando.
-- Si – tosió Martiniano – sin esperar que levantara su pistola el mentado Fierro, le cerrajé un plomazo que ora sí le metí entre ceja y ceja para caer a tres metros de la ‘pader’ de la escuela.
-- Los pelones al verse sin jefe huyeron despavoridos por entre el monte – intervino el primer corneta -- ¡no huyan pelones!, les gritamos echando balas mientras se agarraban el trasero ja ja ja ja
CORRIDO DEL CABO FIERRO
Y DE HILARIO
Y el quince de mayo
y el quince de mayo
cuando el caso sucedió
partió el Cabo Fierro
para la Rivera
por cierto donde quedó.
Pasó por la hacienda
la hacienda de Eureka
llevando todo por lista
y allí tuvo datos
que allá en la Rivera
se hallaban los orteguistas.
Inmediatamente emprendió su marcha
con ánimo y mucho lujo
llevando cartuchos
armamento máuser
deseando obtener el triunfo
Allá estaba Hilario
allá estaba Hilario
con su tropa de avanzada
¡no corran muchachos
hagan resistencia
que allá viene la fierrada!
Hilario le dice
al mentado Fierro
aquí no se come tierno
¿porqué no te luces?
gritando sereno
¡Viva el supremo gobierno!
Dentro de la iglesia
tenían los fortines
para poderles pelear
los puros sombreros
de los federales
al aire se veían volar.
Al pie de la cuesta
mandaron tocar
avance y fuego cerrado
habiendo tres bajas
y el Cabo Fierro tirado
Fierro desprecio
Fierro despreció
el valor Californiano
perdiendo la vida
perdiendo la vida
a manos de Martiniano
Yo ya me despido
yo ya me despido
ya me voy para mi santuario
aquí se acabaron
las contrariedades
del Cabo Fierro y de Hilario.
-- Otro día llegó mi coronel Ortega con un ‘retratero’ para luego ordenarnos que le apuntáramos al cadáver para que quedara testimonio del tiro de gracia – intervino el teniente Pedro Orozco – yo vide que a uno de la escolta le temblaban las canillas – dijo en son de guasa.
La verdadera muerte del cabo Fierro (Corrido Sudcaliforniano)
Hilario y el cabo Fierro llegaron juntos a la
Baja California distrito sur a principios del siglo XX, en ese entonces eran
amigos. Cuando surge el conflicto revolucionario el cabo optó por continuar con
los federales e Hilario se hizo revolucionario uniéndose a la fuerzas del
“General” Félix Ortega --
En realidad al parecer llegaron juntos ya en plena revolución--. Al pasar el tiempo el cabo adquirió la bien ganada fama de ser un hombre valiente y arriesgado en grado extremo de tal suerte que era muy temido por sus enemigos, estos de solo oír su nombre entraban en gran preocupación. En las filas revolucionarias se hizo urgente eliminar al cabo por el temor que en el personal producía tener que enfrentarlo.
Martiniano Núñez no era revolucionario, no participaba en la lucha armada, no obstante tenía una merecida fama de ser un excelente tirador con rifle, era ranchero sudcaliforniano y buen cazador de venados, en pocas palabras venadero. Con la práctica y el tiempo adquirió una destreza poco común para la cacería de venados a los cuales cazaba muchas veces en movimiento por su gran puntería con “el 30”. Conociendo esto, Hilario lo convocó y convenció para que les ayudara a darle caza al cabo Fierro. Cuando el día llegó, platicaba Martiniano, que ellos estaban en una loma cerca de la escuela de La Ribera y vieron venir, a lo lejos, al cabo y su partida de soldados federales. Decía Martiniano que era impresionante como el cabo, al frente de su gente y bien adelantado, cabalgaba a todo galope hacia donde ellos estaban. Repite Martiniano al hacer el relato: “era el cabo Fierro muy valiente por eso todo mundo le temía de una manera impresionante”, dice que cuando estaba como a unos 300 mts Hilario le dice: “Martiniano dispárale, no lo dejes acercar más”. Martiniano tiende “el 30” y apunta no sin darse cuenta que era tal su tensión y emoción que sentía como temblaba todo su cuerpo y el rifle al estarle apuntando al cabo, que continuaba subiendo la pendiente a todo galope. Continúa diciendo: “le disparé el primer tiro y le di en una pierna lo que hizo que se diera la vuelta sobre el caballo y cayera al suelo, pero así herido continúo subiendo empuñando su arma”, dice que le hizo varios disparos más y vio como el cabo cayó al suelo mal herido. Al ver esto la partida de soldados que lo acompañaba se dio la media vuelta y emprendió la retirada. Al acercarse al cuerpo Hilario le quita la pistola al cabo, ya muerto, y se la pretendió guardar, entonces, dice Martiniano, que él se la arrebató a Hilario de las manos y le dice: “esta pistola me pertenece porque yo lo maté” y guardándosela en el cinto se quedó con ella. Comenta Martiniano que, además del tiro en la pierna, el cabo tenía otros dos disparos en el cuerpo.
En realidad al parecer llegaron juntos ya en plena revolución--. Al pasar el tiempo el cabo adquirió la bien ganada fama de ser un hombre valiente y arriesgado en grado extremo de tal suerte que era muy temido por sus enemigos, estos de solo oír su nombre entraban en gran preocupación. En las filas revolucionarias se hizo urgente eliminar al cabo por el temor que en el personal producía tener que enfrentarlo.
Martiniano Núñez no era revolucionario, no participaba en la lucha armada, no obstante tenía una merecida fama de ser un excelente tirador con rifle, era ranchero sudcaliforniano y buen cazador de venados, en pocas palabras venadero. Con la práctica y el tiempo adquirió una destreza poco común para la cacería de venados a los cuales cazaba muchas veces en movimiento por su gran puntería con “el 30”. Conociendo esto, Hilario lo convocó y convenció para que les ayudara a darle caza al cabo Fierro. Cuando el día llegó, platicaba Martiniano, que ellos estaban en una loma cerca de la escuela de La Ribera y vieron venir, a lo lejos, al cabo y su partida de soldados federales. Decía Martiniano que era impresionante como el cabo, al frente de su gente y bien adelantado, cabalgaba a todo galope hacia donde ellos estaban. Repite Martiniano al hacer el relato: “era el cabo Fierro muy valiente por eso todo mundo le temía de una manera impresionante”, dice que cuando estaba como a unos 300 mts Hilario le dice: “Martiniano dispárale, no lo dejes acercar más”. Martiniano tiende “el 30” y apunta no sin darse cuenta que era tal su tensión y emoción que sentía como temblaba todo su cuerpo y el rifle al estarle apuntando al cabo, que continuaba subiendo la pendiente a todo galope. Continúa diciendo: “le disparé el primer tiro y le di en una pierna lo que hizo que se diera la vuelta sobre el caballo y cayera al suelo, pero así herido continúo subiendo empuñando su arma”, dice que le hizo varios disparos más y vio como el cabo cayó al suelo mal herido. Al ver esto la partida de soldados que lo acompañaba se dio la media vuelta y emprendió la retirada. Al acercarse al cuerpo Hilario le quita la pistola al cabo, ya muerto, y se la pretendió guardar, entonces, dice Martiniano, que él se la arrebató a Hilario de las manos y le dice: “esta pistola me pertenece porque yo lo maté” y guardándosela en el cinto se quedó con ella. Comenta Martiniano que, además del tiro en la pierna, el cabo tenía otros dos disparos en el cuerpo.
Este relato se lo contaba el “Pancho" Avilés Fausto,
hijo de Catarino Avilés, del rancho La Matanza. Dice el Pancho que conoció a
Martiniano Núñez y que seguido le platicaba como habían sido los hechos vividos
por él cuando mató al Cabo Fierro. Este es un relato mas de los varios que
existen al respecto, con la salvedad deque "El Pancho" (QEPD), platicaba que era
la versión del propio Martiniano.
De autor desconocido, el famoso corrido del CABO FIERRO narra un capítulo de
nuestra historia regional muy difundido y sobre el que existen varias versiones,
que difieren del parte militar original.
Lo que si es un hecho es que Leocadio Fierro fue miembro del las fuerzas militares federales y quienes lo atacaron, formaban parte del grupo rebelde de los “orteguistas” que habían desconocido el gobierno de Victoriano Huerta.
Del bando de los “orteguistas”, destaca el famoso corrido a Hilario y Martiniano. Y con desdén refiere “al mentado Fierro”, que cayó abatido por despreciar “el valor californiano”. Esto ocurrió el jueves 15 de mayo de 1913.
Lo que si es un hecho es que Leocadio Fierro fue miembro del las fuerzas militares federales y quienes lo atacaron, formaban parte del grupo rebelde de los “orteguistas” que habían desconocido el gobierno de Victoriano Huerta.
Del bando de los “orteguistas”, destaca el famoso corrido a Hilario y Martiniano. Y con desdén refiere “al mentado Fierro”, que cayó abatido por despreciar “el valor californiano”. Esto ocurrió el jueves 15 de mayo de 1913.
15 de mayo (1914). “Salió el cabo [Leocadio] Fierro para La Ribera [del hoy municipio de
Los Cabos], por cierto donde quedó” [en duelo con Hilario Pérez, oficial de las
fuerzas de Félix Ortega Aguilar, probable autor del corrido al cual pertenece el
fragmento anterior]. Fierro, oficial de la gendarmería, pretendía interceptar un
cargamento de armas proveniente de Sonora para los revolucionarios.
Hilario y el cabo Fierro llegaron juntos a la Baja California
distrito sur a principios del siglo XX, en ese entonces eran amigos. Cuando
surge el conflicto revolucionario el cabo optó por continuar con los federales e
Hilario se hizo revolucionario uniéndose a la fuerzas del “General” Félix Ortega
--En realidad al parecer llegaron juntos ya en plena revolución--.
un poco mas de la revolucion . . .
Pedro Altamirano
Originario de San Ignacio, se inspiró en principios liberales dándose de alta en las tropas revolucionarias, en las que se le otorgó el grado de teniente, sus méritos le permitieron obtener diversos ascensos hasta alcanzar el Grado de Coronel. Participó en el sitio y toma de Santa Rosalía en septiembre de 1914, logrando la rendición incondicional de las fuerzas federales.
ESCENAS REVOLUCIONARIAS
.
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ZIHUATANEJO
GRAL. FRANCISCO VILLA
el ultimo hijo de pancho villa
el ultimo hijo de pancho villa
Ernesto Nava Villa, último hijo del héroe de la Revolución Mexicana, Francisco Villa, falleció el pasado 31 de diciembre a los 94 años en la comunidad de Castro Valley, California, informó esta noche el diario local The Oakland Tribune.
El deceso fue confirmado por el sitio web oficial de Nava Villa (http://navavilla.com), donde se informa que sus restos serán velados el lunes próximo y sepultado el martes en un cementerio de Hayward, un suburbio de San Francisco.
Nava Villa, quien guardaba un enorme parecido con su padre, nació el 14 de julio de 1915 en México, pero emigró a Estados Unidos cuando era aún un muy joven.
De acuerdo con su biografía, Nava Villa nunca conoció a su padre y no supo de su identidad hasta que tenía ocho años de edad.
Su madre le ordenó nunca revelar el secreto, dado que Francisco Villa tenía numerosos enemigos que podrían intentar dañarlo a él y a su familia, declaró a The Oakland Tribune, su hijo Sam Nava.
Hace unos 15 años, Nava Villa contó a su familia sobre su ascendencia en un viaje que efectuaron a Durango, su lugar de nacimiento en México.
Su hijo Sam dijo que entonces que la comunidad se enteró y cada vez que visitaba Durango se efectuaban eventos alrededor de él para celebrarlo.
Ernesto Nava Villa también realizó presentaciones personales en iglesias y escuelas, hasta hace unos cinco años cuando su salud comenzó a deteriorarse.
Sus hijos crearon desde hace tiempo el sitio en internet http://navavilla.com para honrar el legado de Francisco Villa, uno de los principales héroes de la Revolución Mexicana, de cuyo inicio se cumple este año un siglo.
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GRAL. FRANCISCO VILLA
el ultimo hijo de pancho villa
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Ernesto Nava Villa, último hijo del héroe de la Revolución Mexicana, Francisco Villa, falleció el pasado 31 de diciembre a los 94 años en la comunidad de Castro Valley, California, informó esta noche el diario local The Oakland Tribune.
El deceso fue confirmado por el sitio web oficial de Nava Villa (http://navavilla.com), donde se informa que sus restos serán velados el lunes próximo y sepultado el martes en un cementerio de Hayward, un suburbio de San Francisco.
Nava Villa, quien guardaba un enorme parecido con su padre, nació el 14 de julio de 1915 en México, pero emigró a Estados Unidos cuando era aún un muy joven.
De acuerdo con su biografía, Nava Villa nunca conoció a su padre y no supo de su identidad hasta que tenía ocho años de edad.
Su madre le ordenó nunca revelar el secreto, dado que Francisco Villa tenía numerosos enemigos que podrían intentar dañarlo a él y a su familia, declaró a The Oakland Tribune, su hijo Sam Nava.
Hace unos 15 años, Nava Villa contó a su familia sobre su ascendencia en un viaje que efectuaron a Durango, su lugar de nacimiento en México.
Su hijo Sam dijo que entonces que la comunidad se enteró y cada vez que visitaba Durango se efectuaban eventos alrededor de él para celebrarlo.
Ernesto Nava Villa también realizó presentaciones personales en iglesias y escuelas, hasta hace unos cinco años cuando su salud comenzó a deteriorarse.
Sus hijos crearon desde hace tiempo el sitio en internet http://navavilla.com para honrar el legado de Francisco Villa, uno de los principales héroes de la Revolución Mexicana, de cuyo inicio se cumple este año un siglo.
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