jueves, 8 de enero de 2015

El hombre religioso y guerrero, historia de Sinaloa México




Historia de Sinaloa México
EL HOMBRE RELIGIOSO Y GUERRERO

En muchos pueblos prehispánicos de Sinaloa se creía que un dios había hecho todo lo que estaba sobre la tierra, y los indígenas le llamaban “el que está en lo alto”. Pensaban que tenía su casa tras la sierra y entendían que cuidaba de ellos pero ese cuidado no lo relacionaban con sus propias acciones. De ahí que, aunque le temían y respetaban, no lo invocaban ni buscaban aplacar su ira ni le pedían algo.

Por esa razón, cuando los conquistadores españoles y los misioneros llegaron a tierras sinaloenses no encontraron altares ni templos, aunque sí uno que otro ídolo, como es el caso de los acaxees, quienes tenían un ídolo de piedra que estaba en un cerro alto, debajo de un árbol, y al cual le ofrecían pan y flechas para que les diera a cambio maíz y victorias en las guerras. No tenían ritos ni ceremonias religiosas.

Acostumbraban a quemar los cuerpos de los muertos y a echar las cenizas en los ríos.
Así, la religión de estos pueblos se limitaba al miedo casi sagrado que profesaban a los hechiceros. 

Los indígenas respetaban religiosamente las pláticas que estos ofrecían sobre asuntos de interés común y confiaban en ellos para que curaran sus enfermedades. Los hechiceros curaban soplando muy fuerte la parte lastimada o adolorida del cuerpo, o bien chupándola.

La ingestión de bebidas embriagantes se llevaba a cabo en los actos religiosos, que eran de carácter público, pues los indígenas convocadas por los pueblos que habían hecho el vino. El vino se hacía de varias plantas y frutas, como tunas o pitahayas; otras veces era hecho con mezquites o con la planta del mezcal. Todo dependía del tiempo en que se daban los frutos, los cuales eran molidos y puestos en agua varios días para su fermentación.

A las ceremonias religiosas no asistían ni las mujeres ni los muchachos, sino que estaban reservadas a los hombres, quienes en esas ocasiones solían resolver cuestiones vinculadas a la guerra contra algún otro pueblo. También acostumbraban a ingerir estas bebidas el mismo día en que iban a pelear, como una forma de adquirir nuevas fuerzas.

Entre los pueblos prehispánicos era muy común la guerra, ya fuera a campo abierto o bajo la forma de asaltos a las siembras; asaltos practicados por lo general en las madrugadas. Estas guerras se hacían para ganar esclavos y para apoderarse tanto de las cosechas como de las tierras de otros pueblos.

Estas mismas guerras impedían a unos pueblos comerciar con otros.

Las armas que generalmente se usaban eran el arco y la flecha.

Además untaban una yerba o ponzoña en las puntas de las flechas que las hacían mortales.





Los indígenas también acostumbraban pintarse la cara, los brazos, los muslos, las piernas y el pecho cuando entraban en una batalla. Quizás lo hacían con el objeto de parecer más fieros, pues se hacían rayas azules, negras, verdes y coloradas en todo el cuerpo.

Cuando tenían noticia de que los enemigos estaban cerca, se pintaban, se ponían plumas de guacamayas y de urracas en la frente y se colocaban en los labios unas lengüetas de plata o de huesos. Con estos arreglos empezaban a pelear lanzando muchos gritos.

Cuando regresaban de la guerra colocaban en las puntas de las lanzas el pie, cabeza o brazo de sus enemigos muertos y bailaban con música de tambores alrededor de este despojos, lo que formaba parte de un rito ceremonial.






ORIGEN E HISTORIA DE LAS PUNTAS DE FLECHAS LITICAS


En los yacimientos prehistóricos de mayor antigüedad se han encontrado numerosas puntas de flecha de pedernal hábilmente talladas. Ya en estos primeros ejemplares aparece la punta de flecha con forma triangular, que se ha conservado desde entonces. El uso del arco parece remontarse en Europa a una época muy lejana, a la del Edad del Reno. En alguna estación lacustre se han encontrado restos de arcos de madera pertenecientes a la época neolítica.

 

Los tipos de flechas prehistóricas son muy numerosos: unos tienen la forma de almendra, otros la forma de hoja de laurel o de olivo, otras son triangulares o romboidales. En su base suelen presentar un semicírculo o bien dos puntas. Algunas de estas puntas de pedernal o cristal de roca se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de España.


Los egipcios, que, como es sabido, eran excelentes arqueros, usaban flechas con el asta de madera y la punta de bronce, generalmente de forma triangular. Para la caza, se servían de flechas con puntas de madera o de pequeños dardos con triple punta de pedernal sujeta al asta por medio de un mástil negro. Las flechas egipcias tenían, por el lado opuesto, tres plumas para estabilizar el movimiento del arma durante el vuelo. En los monumentos que se conservan se presenta a los guerreros provistos de carcajes ricamente decorados. Los carros de guerra llevan siempre al costado un carcaj.



Según se puede apreciar en los bajorrelieves asirios, las flechas orientales eran del mismo tipo que las egipcias. La punta en forma de hoja de laurel debía ser de bronce, el asta es bastante larga y lleva sujetas al extremo unas plumas. Los arqueros llevan revestido el antebrazo de una especie de manguito, que debía ser de cuero, para evitar el roce de la cuerda. También nos informa Heródoto que los antiguos orientales, en especial los partos, eran muy hábiles en el manejo de la flecha. También parece que era un arma terrible en manos de los etíopes, que no llevaban carcaj, sino que colocaban las flechas sobre una especie de casquete con que se cubrían la cabeza. Los escitas y los númidas tenían la habilidad de lanzar sus flechas indistintamente con la mano derecha o la izquierda.

Los griegos no fueron tan buenos tiradores de flechas como los orientales. Sin embargo, debieron copiar de éstos el arma. La flecha griega medía unos 60 cm, el asta era de madera muy ligera y la punta metálica, simple o barbada, generalmente trilobulada. El apéndice de las plumas era idéntico al de los orientales. El carcaj griego contenía de 12 a 20 flechas y lo llevaban al costado izquierdo, guardando también en él algunas veces el arco. Los tiradores griegos acostumbraban a hincar en tierra una rodilla, tal y como lo atestiguan los monumentos que conocemos, y entre ellos el frontón del templo de Egina. Los cretenses tenían fama de diestros en el manejo del arco desde los tiempos de Homero, y en una época bastante avanzada de la Historia constituyeron un cuerpo especial del ejército griego.
Los germanos no parece que utilizaran la flecha más que para la caza. Sin embargo, los celtas y galos la emplearon como un arma de guerra. Los hunos usaban unas flechas de cuero indistintamente para la caza o para la guerra.
En cuanto a la Edad Media, los monumentos que conocemos sirven de testimonio del uso de la flecha como arma de primera importancia entre la infantería de los primeros tiempos. Sabemos que por el siglo XII el arquero llevaba dos carcajes de cuero: uno para las flechas y otro para el arco. Los hierros de las flechas eran semejantes a los de las saetas de las ballestas; es decir, que tenían dos, tres y hasta cuatro puntas y rara vez barbadas como en la antigüedad. En cuanto a la longitud del asta, guardaba relación con la mayor o menor rigidez del arco, así como la estatura del arquero.
Los afamados arqueros ingleses, que se decía tiraban 12 flechas en un minuto hasta 220 m de distancia, llevaban un arco de su misma estatura y flechas de 90 cm de longitud.

Hasta el siglo XIV parece que los hierros de las flechas usados en Francia ofrecían en su base una parte hueca para sujetarlos al asta, y desde esa época el hierro se hizo más estrecho y ofrecía cuatro puntas caídas. La aparición de las armas de fuego desterró por completo en Europa el empleo de la flecha.




En América, Asia, África y Oceanía, la flecha se usó desde tiempos muy antiguos y todavía se utiliza por algunas tribus. Las flechas envenenadas con jugo de plantas o venenos de animal han servido de arma de guerra en América, India y a lo largo de las costas desde Arabia hasta China.



Una punta de flecha es una punta, por lo general afilada, sumada a una flecha para que su uso sea más mortífero o para cumplir algún propósito especial. Históricamente, las puntas de flecha eran de piedra y de materiales orgánicos; conforme la civilización humana avanzaba otros materiales fueron utilizados. Las puntas de flecha son importantes piezas arqueológicas y una subclase de punta lítica.



En la edad de piedra, la gente usaba huesos afilados, piedras talladas, escamas (lascas) y trozos de roca como armas y herramientas. Tales artículos se mantuvieron en uso a lo largo de la civilización humana, junto con los nuevos materiales utilizados con el paso del tiempo. 



Como artefactos arqueológicos tales objetos son clasificados como puntas líticas, sin especificar si eran para ser proyectadas por un arco o por otros medios de lanzamiento.

Tales artefactos se pueden encontrar en todo el mundo. Las que han sobrevivido están hechas, generalmente, de piedra, sobre todo de sílex, obsidiana o chaillé, pero en muchas excavaciones se encuentran puntas de flecha de hueso, madera y metal.

 

En agosto de 2010, un informe sobre las puntas líticas de piedra, que datan de hace 64 000 años, excavadas de las capas de sedimentos antiguos en Sibudu Cave, Sudáfrica, por un equipo de científicos de la Universidad de Witwatersrand, fue publicado. Los exámenes dirigidos por un equipo de la Universidad de Johannesburgo encontraron rastros de residuos de sangre y hueso, y adhesivo hecho de una resina a base de plantas usado para sujetar la punta a una varilla de madera. Esto indicó "el comportamiento exigente cognitivo" necesario para fabricar pegamento.
 

"La caza con arco y flecha requiere múltiples etapas complejas de planificación, recolección de material, herramienta de preparación e implica una serie de innovadoras habilidades sociales y comunicativas".



Diseño

La punta de flecha se une al eje (astil) de la flecha para ser disparada con un arco; el mismo tipo de puntas líticas pueden estar unidos a las lanzas y ser arrojadas por medio de un átlatl (lanzadardos).

 

La punta de flecha o punta lítica es la parte funcional primaria de la flecha, y juega el papel más importante en la determinación de su propósito. Algunas flechas simplemente utilizan una punta afilada del mismo astil, pero es mucho más común separar las puntas de flecha hechas, por lo general, de metal, cuerno, o algún otro material duro.


Las puntas de flecha pueden estar unidas al astil con una tapa, una espiga a zócalos, o insertarse en una ranura del astil y mantenerse fija mediante un proceso llamado enmangamiento.



 

 

 
 

 

 

 

 


 





























































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